Wednesday, March 30, 2011

En Puerto Rico la locura es indudable, en MACONDEANDO XXVII

En Puerto Rico la locura es indudable, en MACONDEANDO XXVII
Por Juan A. Moreno-Velázquez

Mis observaciones diarias sobre la situación política en Puerto Rico me han llevado a una tesis que expongo inmediatamente:

  • debido a que el problema de higiene mental en Puerto Rico es mucho más profundo que lo que se ha expresado,
  • que la locura colectiva, en Puerto Rico, es un virus gravemente contagioso,
  • y que los líderes gubernamentales, legislativos, e incluso, el ejecutivo padecen de este virus de locura colectiva que se refleja en episodios de ceguera, sordera y el ser BOCONES, y
  • es indudable que la mayor parte del pueblo se ha contagiado, en manera colectiva, con este destructivo virus.

Los análisis recientes demuestran, en manera clara y evidente, que el gobernador de Puerto Rico ha reclamado un triunfo en su gesta gubernamental al declarar los problemas de la Isla resueltos, luego de su alegada fructífera gestión administrativa.

Veamos, las estadísticas laborales en la Isla reclaman el que uno de cada cuatro puertorriqueños de edad laboral está empleado.  Uno en cada cuatro, hablemos de una estadística claramente tercermundista para describir la labor administrativa del gobernador Luis G. Fortuño, una que él mismo ayudó a crear con el despido de 26,667 padres y madres de familia y el paso del tsunami llamado la indómita Ley 7 cuyas consecuencias han afectado a cada uno de los residentes en la Isla. 

Nuevamente, uno de cada cuatro, eso significa que el que se gana el pan para mantener a su familia, a su vez, mantiene el destino, mediante el pago de sus impuestos, de tres otras familias boricuas.  

Esos impuestos adicionales no son utilizados para enviar a sus hijos a la Universidad, tampoco son utilizados para la salud, la educación o incluso la seguridad de los miembros de su familia, ya que muchas de estas familias se atienden en hospitales privados, los hijos estudian en instituciones privadas y sus residencias se mantienen bajo la seguridad de guardias privados.  Es una situación verdaderamente abusiva, y el que muchos de estos individuos respalden al PNP me parece el epitome de la locura colectiva.

Lo interesante del caso es que el gobernador manifiesta en sus presentaciones en los Estados Unidos el que estos despidos fueron el resultado de atrición administrativa centrándose en aquellos trabajadores que llevaban más tiempo en el gobierno, y en casos a que se ofreció el retiro temprano como alternativa y esta fue escogida por los trabajadores.

Verdaderamente desconozco sobre los alardes que reclaman la validez en los alegatos del gobernante boricua, que si no fueran tan penosos y faltos a la realidad que vive el país, indudablemente, serían irrisorios, pero dada las múltiples demostraciones del pueblo en contra de la percepción de abusos por parte de la administración y el reciente estudio de la ACLU (Unión de Libertades Civiles Americana) la percepción presentada por el gobernador aparenta ser una minoría, sumamente pequeña.

Las expresiones en el rotativo boricua PRIMERA HORA en el día de ayer expusieron esta situación al expresar  “el gobernador sabe que su administración no goza de un buen respaldo”.  Sin embargo, el PNP (Partido Nuevo Progresista) que, a su vez, es presidido por el gobernador, ha gestado, en manera clara y consistente, una agenda que ha cambiado las reglas del juego, desde el Tribunal Supremo hasta la Reforma Electoral, en favor de la administración, sugiriendo que en el caso de una elección cerrada la decisión podría estar en las manos del Tribunal más importante en la nación y este está bajo el control novoprogresista.

Por otra parte, el Presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz y la Presidenta de la Cámara, Jennifer González, anunciaron en manera conjunta la creación de un distrito capitolino.  Distrito Capitolino, ¿D.C. Boricua?  ¡Santo petty yankísmo!

La creativa idea de los legisladores novoprogresistas que como ya nos tiene acostumbrados Rivera Schatz, pasó por descarga, sin discusión ni vistas públicas, de repente hace necesario el tener una fuerza policíal capitolina, igualito que en Washington, pensé momentáneamente.

Es claro que los comentarios vertidos por la administración difieren por tanto a la situación en que vive el país, que definitivamente tienen que partir de una mente trastornada.  Estos comentarios  se revierten a aquellos que el gobernador ha hecho en los Estados Unidos, manteniendo la mentira consistente. 

Me parece que Fortuño está predicando una visión de Puerto Rico a diestra y siniestra que va con sus planes personales dentro del Partido Republicano pero es una visión que solo describe su administración dentro de un marco ficticio, en el Macondo de su invención. 

El Puerto Rico que nos vende Luis G. Fortuño en los Estados Unidos es un cuento de hadas, y este cuento está siendo comprado como dulce de bodega por los seguidores del gobernador, sin importar que el producto que le están vendiendo al pueblo nada tiene que ver con la realidad.

Mientras tanto en el pueblo, que es donde verdaderamente se sufre y donde verdaderamente se hayan las soluciones al virus nacional que acosa a todos los puertorriqueños, todo continua apacible, salve de los miles de asesinatos que causarán dolor y agobiaran a muchos de nuestros ciudadanos,  Salve del desempleo rampante que no permitirá proveer un buen vivir a las familias boricuas y que eventualmente ha de forzar a padres y madres de familia a buscar soluciones en la persecución de crímenes como los robos y la droga, o en gestiones de crimen de cuello blanco como el caso de AFLAC y, más recientemente, las violaciones al Seguro Social, que seguramente estarán postulando dentro de la realidad boricua en corto tiempo.

La desesperación dentro del pueblo es latente, como también lo es la inseguridad en un gobierno inconsistente, con una clase trabajadora que se esfuma y que no puede aguantar más las cargas de impuestos que les ha echado a las espaldas, en manera consistente, esta administración.

La carga económica que recae sobre la clase media alta está por encima de la capacidad de estos individuos y previene la reinversión de los excesos tributarios en el mercado, siendo un detrimento claro a la economía del país.

Y entendemos que, a pesar de las reclamas del gobernador sobre su plan, y sobre sus alegado éxitos enderezando el timón de la barcaza boricua, es claro que en Puerto Rico no existe un plan, y mucho menos dirección, señores  la barcaza está navegando a la deriva. 

Puerto Rico es un país guiado por entes afectados mentalmente por sus ilusiones de grandeza y. por consiguiente, llevamos un paso de locura que contrario a resolver nuestra condición económica, política, social y cultural, nos hunde en las profundidades de una depresión mental nacional.

Resulta claro que si lo que describen los que están en el poder como la realidad del vivir cotidiano boricua es correcto, entonces las críticas diarias del pueblo, las cartas del lector recibidas diariamente por la prensa boricua, las críticas en la televisión, lo que se ve diariamente en las noticias, el crimen, los asesinatos, el desempleo, el problema de las drogas, en fin todo lo que a la claridad de la mente ciudadana ocurre, es una falsedad y, por consiguiente, es un pigmento de la conciencia nacional que prueba que el pueblo sufre de un virus de locura nacional.

Por el otro lado, si lo que la mayoría del pueblo percibe como las ocurrencias diarias es correcto, es entonces claro que los que promulgan que todo está bien, los que promulgan la salud social, económica, cultural y administrativa de la nación boricua, están, sencillamente, locos de atar.

Es claro, en una manera u otra, la locura colectiva que se vive hoy día, está haciendo estragos con nuestra Isla, y sobre esto no debe haber discusión.

Queridos hermanos, la Isla está padeciendo de una condición mental donde la gran mayoría de sus líderes están locos de atar, y si ese es el caso con los de arriba, que podrá esperarse de los que están abajo.  Quedan establecidos los parámetros determinantes en la locura borincana, ahora solo debemos determinar si hay más locos que psiquiatras, y, por supuesto, si somos el uno u el otro.

Señor gobernador, señor presidente del Senado, señora presidenta de la Cámara, señores legisladores, compatriotas todos, es el momento de vacunarse contra el virus de la locura, tomando una dosis de cordura.



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